Sobre el tiempo
El tiempo psicológico no es lineal. No es la repetición de nada constante. Los momentos no son unidades estables, cada uno es diferente al anterior y tiene su duración propia. Y son diferentes porque las condiciones del cuerpo,
que son las que dan la verdadera cadencia de nuestra existencia, también lo son. El recuento mecánico de los relojes no tiene nada que ver con las condiciones de nuestro cuerpo ni con las
duraciones y sucesiones reales de nuestra experiencia personal. Los relojes suman unidades
constantes sin entidad. Los segundos, los minutos, las horas. Un simple contar:
uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis... Ir sumando una unidad cada vez de algo
que no tiene realidad: siete, ocho, nueve... Un metraje vacío que tratamos de imponer a nuestra existencia.
Es estúpida y opuesta al devenir natural la mecánica de los relojes,
porque se traduce en una sucesión de fracturas de los
sentimientos, de los sueños y de los pensamientos. Es un terreno
infértil. Es la superposición de un vacío milimetrado a la mente que fluye imprevisible. Cuando nos sometemos a los periodos cronometrados, nos forzamos a desatender lo franco que ocurre, lo indeliberado y espontáneo. De modo que el tiempo del reloj deviene una sucesión de rupturas y de
interferencias, una rutina ineludible a la que nos resignamos por una conveniencia práctica.
Lo apuntaba Josep Pla en el prefacio de Humor,
candor...: "Una cosa es el
tiempo físico, que los relojes miden y dividen de una manera mecánica y sobre
los cálculos del cual se construyen los calendarios y se establecen las
divisiones de los años y los siglos, y otra es la sucesión del tiempo a través
de la duración de nuestro organismo. Para los relojes todas las horas son iguales.
Para nuestro organismo, todas - o casi todas - son diferentes. Algunas son
largas, otras menos; las hay que son vacías, otras, muy llenas; las hay que son
grises y mediocres, otras susceptibles de crear el centelleo de un momento, de
un momento inconfundible, inolvidable, auténtico. Sobre la sucesión de las
horas de los relojes, perfectamente precisas; sobre el devenir informe y
confuso de las horas psicológicas, se producen los momentos, que son los
pinchazos agudos que proyecta el tiempo sobre nuestro organismo. Estos
instantes influyen sobre nuestra vida de una manera decisiva. Son los puntos de
cruce de la tela con que las Moiras tejen nuestra vida.”
En efecto, hay horas que nos resultan muy largas y otras muy cortas, las hay
que están llenas de contenido y son satisfactorias y otras están vacías y son aburridas. Las hay mediocres e improductivas y otras todo lo contrario, no porqué nosotros
lo deseemos o lo decidamos, sino porqué simplemente sucede así, sin que sepamos
realmente la razón. Este es el devenir 'informe y confuso' de las
horas psicológicas. Es un devenir que no sabemos por donde agarrar, que no
tiene una forma concreta, que no obedece a unas duraciones fijas ni a unas pautas
definidas, ni siquiera a unos ciclos repetidos más o
menos. En esta inconstancia temporal se manifiesta nuestra incapacidad para prever nuestras propias vivencias y la falta de control que tenemos sobre nuestra existencia.
Sobre las horas de una 'abrumadora mediocridad', que son la mayoría, sobresalen algunos momentos de iluminación, brillantes. Tenemos la ilusión de que ellos son el fundamento sólido de nuestra biografía, porqué están hechos de ideas y convicciones muy sentidas. Pero al fin y al cabo no son más que ilusiones, artefactos psicológicos, ajenos de la realidad objetiva que discurre por senderos independientes. Son sólo pensamientos. Pensamientos muy elaborados (por intensos y reiterados) que han guiado nuestras acciones, pero que, al pasar el tiempo, quedarán como las llanas excusas de los errores, de los grandes errores, que cometemos a lo largo de nuestra existencia.
Estos entramados de las ideas personales más elaboradas acabarán deshaciéndose, pues son una gran martingala con la que nos hemos ido engañando a lo largo de nuestra vida sin darnos cuenta. Pasados los años, si tenemos buena memoria y somos capaces de mantener una actitud crítica hacia nosotros mismos, de las ideas notorias de nuestra biografía veremos que sólo queda un sentimiento de desengaño, o los testimonios de las notables temeridades inconscientes que hemos cometido. Por muchos años que nos hayan guiado no son más que pensamientos al fin.
Sobre las horas de una 'abrumadora mediocridad', que son la mayoría, sobresalen algunos momentos de iluminación, brillantes. Tenemos la ilusión de que ellos son el fundamento sólido de nuestra biografía, porqué están hechos de ideas y convicciones muy sentidas. Pero al fin y al cabo no son más que ilusiones, artefactos psicológicos, ajenos de la realidad objetiva que discurre por senderos independientes. Son sólo pensamientos. Pensamientos muy elaborados (por intensos y reiterados) que han guiado nuestras acciones, pero que, al pasar el tiempo, quedarán como las llanas excusas de los errores, de los grandes errores, que cometemos a lo largo de nuestra existencia.
Estos entramados de las ideas personales más elaboradas acabarán deshaciéndose, pues son una gran martingala con la que nos hemos ido engañando a lo largo de nuestra vida sin darnos cuenta. Pasados los años, si tenemos buena memoria y somos capaces de mantener una actitud crítica hacia nosotros mismos, de las ideas notorias de nuestra biografía veremos que sólo queda un sentimiento de desengaño, o los testimonios de las notables temeridades inconscientes que hemos cometido. Por muchos años que nos hayan guiado no son más que pensamientos al fin.
Pla no lo puede decir con menos palabras: 'En el período que nos ha tocado vivir hemos tenido momentos de
todo tipo. Hemos pasado horas peligrosas. Muchas, muchísimas horas de una
abrumadora mediocridad. Las horas centelleantes han sido rarísimas -pretextos
sucesivos de desengaños y de poco edificantes peripecias.'
Josep Pla. Humor, candor. Destino, Barcelona (1973).
Josep Pla. Humor, candor. Destino, Barcelona (1973).
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