Marco Aurelio. El guía interior.
En los años de tu vida,
si quieres vivir con verdadera libertad, debes encontrar tu propio camino, la razón de
tu existencia, y no depender de lo que los demás piensen, digan
o hagan. Has de tener claras las ideas de qué quieres, huir de las
distracciones y no actuar por hipocresía o egoísmo creyendo adecuarte a las almas de los demás, las cuales desconoces si no conoces la tuya. Ésta es la dirección en la que debes trabajar, advierte Marco
Aurelio en sus Meditaciones, si quieres vivir y no simplemente sobrevivir.
Es tu alma la que debes encontrar y a la que debes seguir; debes respetar ante todo lo que te pertenece a ti y no depender de lo que no es propio tuyo sino de los demás. Es necesario que conozcas primero los
movimientos de tu alma, y a partir de éstos podrás entender la de tus semejantes. La principal meta
de nuestra vida es conocer nuestra naturaleza real.
"¡Te afrentas, te afrentas, alma mía! Y ya
no tendrás ocasión de honrarte. ¡Breve es la vida para cada uno! Tú,
prácticamente, la has consumido sin respetar el alma que te pertenece, y, sin
embargo, haces depender tu buena fortuna del alma de otros." (Meditaciones, II, 6)
"No es fácil ver a un hombre desgraciado
por no haberse detenido a pensar qué ocurre en el alma de otro. Pero los que no
siguen con atención los movimientos de su propia alma, forzoso es que sean
desgraciados."
(Meditaciones, II, 8)
"Hay que tener siempre presente esto: cuál
es la naturaleza del conjunto y cuál es la mía, y cómo se comporta ésta
respecto a aquélla y qué parte, de qué conjunto es; tener presente también que
nadie te impide obrar siempre y decir lo que es consecuente con la naturaleza,
de la que eres parte." (Meditaciones,
II, 9)
Somos parte
de la naturaleza. Nuestra naturaleza, al contrario de lo que solemos creer, y de lo que "llevan los libros" dice Aurelio, es muy sencilla: somos estrictamente carne, hálito y guía interior.
Sangre, venas y otros tejidos conforman el cuerpo inerte. El aliento da la vida a ese cuerpo y lo mueve a impulsos. El guía
interior es la inteligencia, que, aunque está atada a los instintos o impulsos de nuestro cuerpo, su cometido es estar alerta de ellos y orientar nuestras acciones hacia un relación viable con el mundo. Aceptar esta realidad tan simple, aunque parezca banal a los ojos de muchos, es el único camino para vivir con verdadera libertad, sostiene Aurelio.
"Eso es todo lo que soy: un poco de carne,
un breve hálito vital, y el guía interior. ¡Deja los libros! No te dejes
distraer más; no te está permitido. Sino que, en la idea de que eres ya un
moribundo, desprecia la carne: sangre y polvo, huesecillos, fino tejido de
nervios, de diminutas venas y arterias. Mira también en qué consiste el hálito
vital: viento, y no siempre el mismo, ya que en todo momento se vomita y de
nuevo se succiona. En tercer lugar, pues, te queda el guía interior. Reflexiona
así: eres viejo; no consientas por más tiempo que éste sea esclavo, ni que siga
todavía sacudido como títere por instintos egoístas, ni que se enfade aún con
el destino presente o recele del futuro." (II, 2)
"Las obras de los dioses están llenas de
providencia, las de la Fortuna no están separadas de la naturaleza o de la
trama y entrelazamiento de las cosas gobernadas por la Providencia. De allí
fluye todo. Se añade lo necesario y lo conveniente para el conjunto del
universo, del que formas parte. Para cualquier parte de naturaleza es bueno
aquello que colabora con la naturaleza del conjunto y lo que es capaz de
preservarla. Y conservan el mundo tanto las transformaciones de los elementos
simples como las de los compuestos. Que sean suficientes para ti estas
reflexiones, si son principios básicos. Aparta tu sed de libros, para no morir
gruñendo, sino verdaderamente resignado y agradecido de corazón a los
dioses."
(II, 3)
"Recuerda cuanto tiempo hace que difieres
esto y cuántas veces has recibido avisos previos de los dioses sin
aprovecharlos. Es necesario que a partir de este momento te des cuenta de qué
mundo eres parte y de qué gobernante del mundo procedes como emanación, y
comprenderás que tu vida está circunscrita a un período de tiempo
limitado."
(II, 4)
Lo que nos conviene es ser inteligentes. El conocimiento de la
naturaleza, de nuestra propia naturaleza, es el guía interior, es lo que nos permite entendernos a
nosotros mismos y ser consecuentes con el mundo en el que vivimos. Ir contra nuestra naturaleza es vivir de un modo y en un tiempo equivocados, fuera de la realidad del presente. La naturaleza actúa siempre en el presente, nuestra vida deviene
exclusivamente en el instante fugaz del presente. El pasado ya se ha vivido y
nada se puede hacer con él, y al futuro nadie lo conoce. No debemos dejarnos
controlar por ellos, pues. La realidad es puramente presente.
"Venera la facultad intelectiva. En ella
reside todo, porque no se encuentre nunca en tu guía interior una opinión
inconsecuente con la naturaleza y con la disposición del ser racional." (III, 9)
“Rechaza, pues, todo lo demás y conserva sólo
unos pocos preceptos. Y además recuerda que cada uno vive exclusivamente el
presente, el instante fugaz. El resto, o se ha vivido o es incierto;
insignificante es, por tanto, la vida de cada uno, e insignificante también el
rinconcillo de la tierra donde vive." (III, 10)
"Borra la imaginación. Detén el impulso de
títere. Circunscríbete al momento presente. Comprende lo que te pasa a ti o a
otro."
(VII, 29)
Todos
tenemos un guía interior, una conciencia, una inteligencia en común. Todos
tenemos una razón que ordena la percepción del mundo, según la cual sabemos lo
que hay que hacer o lo que hay que evitar de modo conveniente. Así todos tenemos una ley
natural común y participamos de una 'ciudadanía' compartida. Todas las
manifestaciones del alma humana proceden en primera instancia de un sitio
natural común.
"Si la inteligencia nos es común, también
la razón, según la cual somos racionales, nos es común. Admitido esto, la razón
que ordena lo que hay que hacer o evitar, también es común. Concedido esto,
también la ley es común. Convenido esto, somos ciudadanos. Aceptado esto
participamos de una ciudadanía. Si esto es así, el mundo es como una ciudad.
Pues, ¿de qué otra común ciudadanía se podrá afirmar que participa todo el
género humano? De allí, de esa ciudad común, proceden tanto la inteligencia
misma como la razón y la ley. O ¿de dónde? (...) Nada viene de la nada, como
tampoco nada desemboca en lo que no es, del mismo modo también la inteligencia
procede de alguna parte." (IV, 4)
"Para el ser racional el mismo acto
concuerda con la naturaleza y con la razón." (VII, 11)
Tenemos que
intentar que los movimientos, suaves o ásperos, que produce el alma, aire o aliento vital en
nuestro cuerpo no sometan nuestra inteligencia. Pero cuando la alcancen (la acabarán alcanzando en muchas ocasiones porque
nuestro cuerpo es una unidad) lo mejor es aceptar estas sensaciones, pasiones o
instintos como algo natural que son, y tratar de no juzgar si son un bien o son un
mal pues lo único que hacemos es magnificar lo que de todos modos es inevitable. No hay más opción que aceptar y mostrar
satisfacción con lo que nos es obligado vivir. Si entendemos esto, nuestra
inteligencia y nuestra razón se amoldan a la naturaleza, a la inteligencia originaria de la que provienen. Esto es 'convivir con
los dioses'.
"Sea el guía interior y soberano de tu alma
una parte indiferente al movimiento, suave o áspero, de la carne, y no se
mezcle, sino que se circunscriba, y limite aquellas pasiones a los miembros. Y
cuando estas progresen y lleguen a la inteligencia, por efecto de esta otra
simpatía, como en un cuerpo unificado, entonces no hay que enfrentarse a la
sensación, que es natural, pero tampoco añada el guía interior de por sí la
opinión de que se trata de un bien o de un mal." (V, 26)
"Convivir con los dioses. Y convive con los
dioses aquél que constantemente les demuestra que su alma está satisfecha con
la parte que le ha sido asignada, y hace todo lo que quiere el genio divino,
que en calidad de protector y guía, fracción de sí mismo, asignó Zeus a cada
uno. Y esa divinidad es la inteligencia y razón de cada uno." (V, 27)
"¿Qué es, pues, lo que aún te retiene aquí,
si las cosas sensibles son cambiantes e inestables, si los sentidos son ciegos
y susceptibles de recibir fácilmente falsas impresiones, y el mismo hálito
vital es una exhalación de la sangre, y la buena reputación entre la gente es
así algo vacío? ¿Qué, pues? ¿Esperarás benévolo tu extinción o tu traslado?
Mas, en tanto se presenta esta oportunidad, ¿con qué es suficiente? ¿Y qué otra
cosa sino venerar y bendecir los dioses, hacer bien a los hombres, soportarlos
y abstenerse? Y respecto a lo que se encuentra dentro de los límites de tu
carne y hálito vital, recuerda que eso ni es tuyo ni depende de ti." (V, 33)
"Puedes encaminar bien tu vida, si eres
capaz de caminar por el camino bueno, si eres capaz de pensar y actuar con
método. Estas dos cosas son comunes al alma de Dios, a la del hombre y a la de
todo ser racional: el no ser obstaculizado por otro, el cifrar el bien en una
disposición y actuación justa y el poner fin a tu aspiración aquí." (V, 34)
La vida y
el mundo son un flujo constante, un río (el río de Heráclito). La realidad es
un instante fugaz que pasa justo cuando ha comenzado, y la experiencia va
siempre a reflujo de ella. Como sucede con la respiración y la "exhalación
de la sangre", el hálito vital constantemente renovado. El mundo es un todo de donde brotan los sucesos que experimentamos del cuerpo y de la mente simultáneamente.
"Unas cosas ponen siempre su obstinación en
llegar a ser, otras ponen su empeño en persistir, pero una parte de lo que
llega a ser se extinguió ya. Flujos y alteraciones renuevan incesantemente el
mundo, al igual que el paso ininterrumpido del tiempo proporciona siempre nueva
la eternidad infinita. En medio de este río, sobre el que no es posible
detenerse, ¿qué cosa entre las que pasan corriendo podría estimarse? Como si
alguien empezara a enamorarse de uno de los gorrioncillos que vuelan a nuestro
alrededor, y él ya ha desaparecido de nuestros ojos. Tal es en cierto modo la
vida misma de cada uno, como la exhalación de la sangre y la inspiración de
aire. Pues, como el inspirar una vez el aire y expulsarlo, lo que hacemos a
cada momento, tal es también el retornar allí, de donde la sacaste por primera
vez, toda la facultad respiratoria, que tú adquiriste ayer o antes de ayer,
recién venido al mundo." (VI, 15)
"Ten en cuenta cuántas cosas, en el mismo
lapso de tiempo muy breve, brotan simultáneamente en cada uno de nosotros,
tanto corporales como espirituales. Y así no te sorprenderás que muchas cosas,
más aún, todos los sucesos, residen al mismo tiempo en el ser único y
universal, que llamamos mundo." (VI, 25)
La razón no
nos pertenece, motivo por el cual debemos esforzarnos en encontrarla constantemente, afrontando los
instintos que provienen de la carne y del aliento que la mueve, tratando de
entenderlos, que es entendernos a nosotros mismos, o al menos aceptando su inevitabilidad. Sólo así la
inteligencia puede liberarse, al menos en parte, del destino que nos obstinamos en crear, y actuar con justicia y de
acuerdo a la naturaleza, decantada de las pasiones y de las preocupaciones artificiosas del
futuro y del pasado. De este modo,
porque "es llevado a sus propios objetivos", nuestro hálito vital llega
a devenir una unidad con el hálito de la naturaleza ("los
habitantes del aire y etéreos").
"Esclavo has nacido, no te pertenece la
razón."
(XI, 30)
"Hay que encontrar el arte de asentir, y en
el terreno de los instintos, velar por la facultad de la atención, a fin de que
con reserva, útiles a la comunidad y de acuerdo con su mérito, se controlen en
sus impulsos y no sientan aversión por nada de lo que no depende de
nosotros."
(XI, 37)
"Tres son las cosas que integran tu
composición: cuerpo, hálito vital, inteligencia. De éstas, dos te pertenecen,
en la medida en que has ocuparte de ellas. Y sólo la tercera es propiamente
tuya. En caso de que tú apartes de ti mismo, esto es, de tu pensamiento, todo
lo que otros hacen o dicen, o todo lo que tú mismo hiciste o dijiste y todo lo
que como futuro te turba y todo lo que, sin posibilidad de elección, está
vinculado al cuerpo que te rodea o a tu hálito connatural, y todo lo que el
torbellino que fluye desde el exterior voltea, de modo que tu fuerza
intelectiva, liberada del destino, pura, sin ataduras pueda vivir practicando
por sí misma la justicia, aceptando los acontecimientos y profesando la verdad;
si tú, repito, separas de este guía interior todo lo que depende de la pasión,
el futuro y el pasado, y te haces a ti mismo, como Empédocles, «una esfera
redonda, ufana de su estable redondez", y te ocupas en vivir
exclusivamente lo que vives, es decir, el presente, podrás al menos vivir el
resto de tu vida hasta la muerte, sin turbación, benévolo y propicio con tu
divinidad interior." (XII, 3)
"...El que se comporta de acuerdo con Dios
en todo, es inspirado por un hálito divino y es llevado, gracias a su
reflexión, a sus mismos objetivos." (XII, 23)
“...Piensa que si de repente retrocediendo por el aire examinaras las cosas humanas y su multitud de formas, al ver simultáneamente cuán grande es el espacio que ocupan los habitantes del aire y etéreos, las despreciarías; y que, cuantas veces te remontaras arriba, verías lo mismo, su uniformidad, su pequeña duración." (XII, 24)
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